Una Mujer

Una mujer como muchas otras mujeres. Bella. Una mujer bella como pocas. Las que merecen tenerse en cuenta. Distante. Cercana e inalcanzable al mismo tiempo. Como debe ser una mujer que se precie de tal. Mujeres próximas, terrestres, con el culo a poco más de medio metro del suelo, hay montones. Pero mujeres etéreas que sobrevuelan el alma, nuestra alma. Que nos invitan cada día al milagro de existir. Que cuesta tocarlas porque no es fácil asirlas. De estas, hay muy pocas. Imposible resulta retenerlas. Ellas son del tiempo. Son de todos y de nadie en particular.

Nos prestan, de a ratos, sus encantos. Nos dan de beber algunas pequeñas gotas de su magia infinita. Casi siempre, parten luego. Las hay de cartón. Las hay de piedra. Mujeres soles que alumbran y queman. Mujeres estrellas que iluminan la noche, que anuncian un nuevo amanecer que se aproxima. Mujeres cielo. Mujeres pájaros. Mujeres música que inventan acordes. Armonías confusas y bellas que cuesta en-tender, pero jamás se olvidan. Una mujer siempre es un enigma. Una pregunta sin respuesta. Un laberinto ensortijado. Complicado saber dónde posan sus sueños; dónde moran sus soledades; dónde construyen el nido sus olvidos. El momento exacto dónde comenzamos a morir en ellas. Y a nacer. Una mujer. Que será estandarte. Que será lucha. Que será viento. Que será pecado. Que será vientre. Que será fusil. Que será rosa. Que será semilla. Que será pradera. Que será olvido. Que será quimera. Que será piel. Que será utopía. Que será lágrimas. Que será razones. Una mujer.

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